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Una práctica muy extendida al evaluar el resultado de un derivado consiste en mirar la cuenta final: si la empresa ingresó dinero o terminó depositando. Pero se trata de un error típico que conduce a conclusiones equivocadas.
Y es que muchos de los que tienen este hábito, y les tocó perder plata, terminan diciendo: “No utilizo más derivados porque una vez los usé y me fue mal”. Quien realiza esa evaluación no entendió en qué consiste un derivado o es lo que se denomina un “hedgespeculator”: ingresó al mercado buscando cobertura pero luego la evaluó como especulador.
En estos casos ven al forward no como un seguro, sino como un instrumento financiero, algo muy común en el análisis de las empresas, pero que resulta equivocado. ¿O acaso quienes no chocan con su vehículo consideran como un gasto al seguro que pagan mensualmente?
Para evitar caer en este error, la gestión del riesgo cambiario debe comenzar con la definición de una política documentada y aprobada por el directorio, que deje en claro el tipo de exposición que se va a cubrir, el objetivo que persigue la estrategia de cobertura y de qué manera se va a medir su efectividad.
¿Dónde está el valor de gestionar bien el riesgo cambiario?
La importancia de gestionar bien el riesgo cambiario no reside en que la diferencia de cambio sea cero, sino en el valor de la empresa a largo plazo. Para eso se deben estabilizar los flujos en función del negocio, aislarlos del efecto cambiario. Mientas más estables sean estos flujos, más vale la empresa. Y esto es posible a partir de una correcta gestión del riesgo cambiario.